En el prólogo de Cuentos y relatos libertinos me encuentro con una cita de La noche y el momento, diálogo de Crébillon fils. Lo busco y lo encuentro (¡gracias Google Books!), íntegro, en una edición holandesa de 1756. En la obra, Clitandro y Cidalisa, antiguos amantes, se reúnen en la habitación de ella a medianoche. Básicamente charlan, como buenos amigos, y Clitandro expone lo que podría considerarse el credo erótico de ese amable siglo XVIII: “Se gustan, se toman. ¿Se aburren? Se dejan con tan poca ceremonia como se tomaron. ¿Se vuelven a gustar? Se retoman con tanta vivacidad como si fuera la primera vez que estuvieran juntos. Se vuelven a dejar y nunca se pelean. Es cierto que el amor no entra para nada en esto, pero el amor ¿qué es sino un deseo que uno se complace en exagerar, un movimiento de los sentidos que la vanidad de los hombres ha querido transformar en virtud? Hoy se sabe que sólo existe el gusto y si todavía se dice que se ama es menos porque se crea realmente que por ser una manera más cortés de pedir lo que se necesita. Como se han tomado sin amarse, se separan sin odiarse… Y creo, en conclusión, que hay bastante sabiduría en sacrificar a tantos placeres unos cuantos viejos prejuicios que dan tan poca estima, y mucho aburrimiento, a quienes aún hacen de ellos su regla de conducta”.